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Conservar lo dignificante

Editorial

En medio de numerosas propuestas de reforma provenientes de los sitiales más altos de la República, conviene detenerse a reflexionar serenamente en torno a lo que merece transformarse y a aquello que, por mantener con vida los más altos ideales de la comunidad y el respeto a la dignidad humana, es justo mantener en su planta actual, esto es, no sólo no reformándolo, sino garantizándolo en forma más eficaz.

“Conservar” es palabra que en la modernidad goza de mala fama. Es una lástima, pues la diatriba nos coloca en perspectivas que facilitan el apresuramiento, la precipitación, el error y la falta de sistemática. Es por ello por lo que hemos privilegiado en este número el acercamiento a trascedentes juristas de variadas latitudes y ocupaciones, con miras a que nos iluminen en torno a la mejor forma de mantener el ritmo adecuado en la tutela de los valores fundamentales de la convivencia. Es nuestra aspiración que quienes lean el volumen noten el hilo conductor que lleva de la academia a la dogmática penal, pasando por la Teoría del Derecho más acreditada y por la formación de especialistas que gozan de la mayor influencia benéfica, hasta llegar a la hodierna y en absoluto ficticia preocupación por los efectos que sin duda poseerá en cortísimo plazo la inteligencia artificial generativa.

Buscamos, como leit motiv de la Revista toda -bien lo saben nuestras amistades cotidianas- trascender sin evadir el horror de la experiencia humana actual. Entre tantas pésimas noticias, entre tantos hallazgos lúgubres de humanidades cosificadas, entre tantas nuevas de guerras exterminadoras y ráfagas de fuego irradiadas sobre poblaciones inermes, entre violaciones a la más elemental consideración de la dignidad atinente a toda expresión de la condición humana en sede de indebidos procesamientos de las causas judiciales, aspiramos a ser portadores de significados constructivos. Como señala una de nuestras más significadas colaboradoras en este número, aspiramos a evitar que se reproduzcan las condiciones estructurales para la perpetuación del accionar de los juristas del horror.

Juristas horrendos que en realidad son la negación misma de la labor del jurista. Se trata de obedientes servidores de la palabra máxima, la pronunciada por el poderoso en turno, con todos sus sesgos y prejuicios, con sus intereses y vistas a la determinaciones más vomitivas y excluyentes, con su confianza en una ley que no es más que la expresión de su voluntad y que aleja de toda posibilidad de participación creativa a las y los verdaderos juristas: aquellos que comprenden que sus Tiempos de Derechos deben ser tiempos de libertad.

Que en estas épocas de inteligencias artificiosas no caigamos en el artificioso desmontaje de nuestro orden de libertades basado en la igual consideración de toda dignidad humana, comenzando por aquella que pertenece a las creaturas más débiles, indefensas y acreedoras del mayor baremo de protección imaginable. Que para ello sepamos conservar nuestro Estado constitucional y democrático de Derecho. Que para ello nos decidamos a vivir en tiempos auténticamente jurídicos y dignificantes de todo lo auténticamente humano.

 

© 2024, Tiempo de Derechos una publicación de: Fundación Aguirre, Azuela, Chávez, Jáuregui Pro-Derechos Humanos A.C.

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